martes, 4 de junio de 2019

Señor

SEÑOR

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No te observo nimbado de punzantes espinas,
ni en el Gólgota aupado por lanzas lacerantes,
yo te veo en la nube que abraza las colinas
y en los ojos del hombre que ama a sus semejantes;
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en el niño arrullado por la miseria cruda,
en la madre que llora por el hijo abatido,
ahí te observo entonces, Jesús, tan mal herido,
que incapaz soy de herirte con mi afilada duda.
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Yo te escucho en los ecos de la inocente risa, 
en la sangre que ofrenda su pálpito al hermano,
en la alegre colmena de manos solidarias.
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Y aunque mi alma esquiva, incrédula, insumisa,
no se incline en altares por resquemor cristiano,
con sus actos intenta colmarte de plegarias.
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Mardy Mesén R.
01/05/2018

San José, Costa Rica.

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