miércoles, 10 de enero de 2018
¡Qué mala suerte!
¡Qué mala suerte!
¡Qué mala suerte, amor, qué mala suerte
que no hubiera en tu piel clarividencia!,
te fuiste tras su voz sin más dolencia
y nada pudo entonces detenerte.
Era imposible, amor, reconocerte,
solo hablabas del son de su cadencia,
y hoy la murria sin par de tu dolencia
en un triste esperpento te convierte.
¿Recuerdas que decías que era eterno
tu amor por sus borrascas mundanales
mientras de ofensa y burla hacías gala?
No hay luz en la garganta del infierno,
solo eras otro de sus comensales.
¡Qué mala suerte, amor!, por Dios...¡qué mala!
Mardy Mesén R.
San José, Costa Rica.
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