LA CARICIA PERDIDA
Dudar y dar el nombre equivocado
a lo que no es amor y amor parece;
mi ser que por tu boca se estremece,
a un gesto de tu piel se ha desbocado.
Calma quise encontrar, cordura y calma,
pero mordí la flor de tu existencia,
bebí tu miel de aurora y fluorescencia
y, ante esa claridad, rendí mi alma.
¡Cuánta desolación!, dolor confeso,
vivir para sentir que entre tus brazos
todas mis partes rotas y en pedazos
se unen en la letal unción de un beso.
Y asir mi voluntad sin un resguardo
al alado espejismo de tu risa,
mientras mi tacto ausculta tu camisa
y, entre mis dedos, vibro, tiemblo, ardo.
Postré mi libertad en tus altares,
y hasta mi pecho ardiente, estremecido,
llegó la daga tosca de tu olvido
con la saña imperiosa de los mares.
Y así, en mi soledad oscura y grave,
mientras tu rastro se iba disipando,
te vi partir y me quedé temblando
como la rosa que ha besado un ave.
Mardy Mesén R.
San José, Costa Rica.
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