lunes, 19 de octubre de 2015

AL PROFESOR, CON CARIÑO







AL PROFESOR, CON CARIÑO
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El halo adormecido de tu tersa mirada
sucumbió lentamente al roce de mis manos,
y, en esa aula perdida, cual celestial celada,
te entregaste sin pausa a mis labios lozanos.
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Yo era de primavera, de brisa y alborada,
y tú, mi amor de otoño, el sol de mis veranos,
después de esa locura secreta, insospechada,
nuestras almas sedientas retaron sus arcanos.
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Y te hice una promesa, con virginal encanto,
en el balcón sedoso de tus brazos nervudos:
nunca dejar de amarte y amarte mientras tanto,
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como amó del jilguero sus trinos más agudos
el resplandor del día, la flor del amaranto,
sin encerrar su vuelo, sin peto y sin escudos.
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Mardy Mesén R.
Derechos Reservados.
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