AL PROFESOR,
CON CARIÑO
.
El halo
adormecido de tu tersa mirada
sucumbió lentamente
al roce de mis manos,
y, en esa
aula perdida, cual celestial celada,
te
entregaste sin pausa a mis labios lozanos.
.
Yo era de
primavera, de brisa y alborada,
y tú, mi
amor de otoño, el sol de mis veranos,
después de
esa locura secreta, insospechada,
nuestras
almas sedientas retaron sus arcanos.
.
Y te hice
una promesa, con virginal encanto,
en el
balcón sedoso de tus brazos nervudos:
nunca dejar
de amarte y amarte mientras tanto,
.
como amó
del jilguero sus trinos más agudos
el
resplandor del día, la flor del amaranto,
sin
encerrar su vuelo, sin peto y sin escudos.
.
Mardy
Mesén R.
Derechos Reservados.
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