Rigoletto
En su
verbo gatuno, Rigoletto se inquieta si no llego a acariciarlo, y
entonces tiernamente me despierta. Es un peluche terso en movimiento, se
eterniza su pirueta en el jardín y danza entre los tibios tallos que ha
bautizado el sol.
Sus patas invencibles, raudas, prontas, enérgicas inventan nuevas formas de trepar a los juncos y las ramas. Lo observo muy de cerca por si intenta en su vuelo vital llegar a un nido. Le canto sus canciones preferidas, le explico con sus mismos sonidos que es un gato único en mi vida.
Después, en las frías tardes, se aletarga, pernocta en el latido de mi pecho y sus brazos se enredan a mi cuello; con su infantil esencia, yace intacto como una fierecilla adormecida que solo entre mis brazos ve consuelo.
Es un bebé muy grande Rigoletto, ha crecido de forma impredecible, parece que fue ayer cuando lo adoptamos; era como un capullo diminuto con su sedoso pelo negro y blanco. Recuerdo que curioso me miraba con ojos empañados de ternura, aferrado a sus ansias de vivir. Y esa huella ha quedado en su mirada, pues me contempla de modo agradecido saltando hacia mis manos ocupadas, se diría un muñeco en hombros de mis hijos, una locura dibujada o un gato que quisiera ser un niño.
Mardy Mesén R.
Derechos Reservados.
Sus patas invencibles, raudas, prontas, enérgicas inventan nuevas formas de trepar a los juncos y las ramas. Lo observo muy de cerca por si intenta en su vuelo vital llegar a un nido. Le canto sus canciones preferidas, le explico con sus mismos sonidos que es un gato único en mi vida.
Después, en las frías tardes, se aletarga, pernocta en el latido de mi pecho y sus brazos se enredan a mi cuello; con su infantil esencia, yace intacto como una fierecilla adormecida que solo entre mis brazos ve consuelo.
Es un bebé muy grande Rigoletto, ha crecido de forma impredecible, parece que fue ayer cuando lo adoptamos; era como un capullo diminuto con su sedoso pelo negro y blanco. Recuerdo que curioso me miraba con ojos empañados de ternura, aferrado a sus ansias de vivir. Y esa huella ha quedado en su mirada, pues me contempla de modo agradecido saltando hacia mis manos ocupadas, se diría un muñeco en hombros de mis hijos, una locura dibujada o un gato que quisiera ser un niño.
Mardy Mesén R.
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