a mi elevada torre de esperanza,
ha llegado la pútrida aspereza
de una mentira oscura, grave y falsa.
A la divina fe de mis ensueños,
divinamente pura, noble y blanca,
una víbora de ojos de alabastro,
de mentirosas púas por escamas,
le inoculó un veneno ponzoñoso
a dentelladas de odio, a dentelladas.
Y ahora piso el suelo de mis días
con renovadas fuerzas y descalza,
aunque la bestia inquieta se camufle
con más falsía inmunda en sus entrañas.
Su amorosa expresión me observa siempre,
pues compartimos tierra, sol y agua;
pero yo corro libre por los montes,
mientras su infame ser solo se arrastra.
San José, Costa Rica.
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