martes, 7 de enero de 2014
Mujer
Mujer
Llevo el destino propio de mi carne,
me anuncio como un pájaro,
como un animal nuevo,
que camina entre abismos y entre escombros.
Un beso me perfuma
y el paso titubea
sembrando mil preguntas:
¿Es ella mi cansancio?
Esa mujer de arena
perdida entre las rutas de la sangre.
Ella,
que nace de mi espíritu
de duna anochecida,
que ha derrumbado el sol,
o el sordo viento sirio;
ella, cual osamenta tendida al cautiverio,
mirándome con pena,
con orgullo olvidado,
con ese grito ignoto
clavándose en mi cuello.
Ella al borde del hambre,
ella al borde del miedo,
con hollín en el vientre
y un plato maloliente donde comer un sueño.
Es la mujer que acusa de herejes mis sentidos
con su rostro de tumba
y un niño en las costillas,
hablándome de frente
con rojas cicatrices.
En ese baile oscuro
ella canta mi nombre,
me mira recelosa
con su torso doblado,
con su burka de olvido.
Es ella la que planta
un eco en mis entrañas
y ha colgado en mi mano,
como un mortal grillete,
su pálida esperanza.
Mardy Mesén Rodríguez
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